Raíces perdidas…
Lo poco que se sabe de
los huetares se rescata de las descripciones imparciales que de ellos
hicieron en sus crónicas los invasores españoles. Ese “poco”
permite vislumbrar una sociedad avanzada y compleja, así como a un
pueblo dominante en lo que hoy se conoce como el Valle Central. Sin
embargo, la conquista eliminó prácticamente todo rastro de su
cultura. No todo. Parte de su esencia sigue viva, en la región más
poblada del país.
Hasta la segunda mitad
del siglo XVI, los huetares fueron apenas mencionados en las crónicas
de los españoles. Esto, debido a que solo a partir de 1561 se inició
un proceso de conquista y colonización del Valle Central. Fue a
partir de entonces cuando el contacto de los europeos con la gran
nación indígena del interior del país se plasmó en sus textos.
De acuerdo con Miguel
Ángel Quesada, filólogo e investigador de la cultura y lengua
huetar, una de las características comunes en las distintas
descripciones españolas de esta etnia fue la de retratarlos como
belicosos. No era de extrañar. Además de tratarse de una actitud
defensiva frente a una civilización foránea, Quesada asegura que
los huetares ya tenían experiencia en someter a otros pueblos.
Sin embargo, como apunta
la antropóloga de la Universidad de Costa Rica (UCR), Eugenia
Ibarra, cuando los invasores españoles llegaron a lo que hoy es
Costa Rica ya tenían una experiencia de casi 40 años en tierras
americanas. Ya habían desarrollado un sistema de desestructuración
de las sociedades indígenas que había funcionado en otras regiones,
y que terminó por funcionar también en este país.
Los huetares dieron
batalla y se resistieron, como lo hicieron los pueblos de Talamanca.
Así queda evidenciado en las propias crónicas de los españoles:
“…todas estas provincias de Costa Rica y los pueblos de yndios
inclusos en ellas, están alçados y rebelados, y se han confederado
y aliado unos con otros, y no quieren venir a servir ni dar el maíz
que son obligados…” (1568).
No obstante, según
Quesada, la muerte de sus caciques principales, la huida de las
familias nobles indígenas hacia Talamanca, la desestructuración de
los clanes por parte de los españoles y la asimilación de los
grupos indígenas más pobres de las costumbres europeas, así como
el mestizaje, terminaron con la destrucción de la cultura indígena
y la lengua huetar en el Valle Central.
La nación huetar
Pero su trágico final no
debería opacar su glorioso pasado. La “nación huetar” ocupó
todo el Valle Central, con salida al Pacífico, hasta el río Pirrís,
en lo que ahora es la provincia de Puntarenas. Limitaban con los
chorotegas y los quepos, pueblos con los que mantenían constante
conflicto.
Se sabe que la lengua
huetar fue una lengua franca entre muchos indígenas de lo que hoy es
Costa Rica. Es decir, se utilizaba el huetar de la misma forma que
hoy se utiliza el inglés a nivel mundial, lo cual evidencia que esta
etnia aborigen tuvo una gran relevancia económica, según afirma
Quesada.
Su vida religiosa sigue
siendo un misterio. Sin embargo, se les atribuye la construcción de
los restos arquitectónicos que se encuentran en el sitio de Guayabo,
en Turrialba. Este monumento, según el arqueólogo Óscar Fonseca,
evidencia una sociedad en la que la religión empeñaba un papel
central en su integración.
Guayabo aparenta contener
las ruinas del esplendoroso pasado de una gran civilización. Pero
las apariencias engañan. La nación huetar sigue viva, aunque de
forma sutil y lamentablemente desapercibida, en la nación
costarricense.
“Aún se ven ciertas
fisonomías en la Meseta Central que recuerdan los rasgos indígenas,
y muchísimos de nosotros conservamos en mayor o menor medida algo de
la sangre huetar”, asegura Miguel Ángel Quesada.
“Además, queda un
puñado de palabras que muy probablemente son de origen huetar”.
Entre ellas nombres de muchos lugares de nuestro país, como
Curridabat, Aserrí, Sarchí, Quircot… e incluso apodos como
“Churuca”, para San Rafael de Oreamuno en Cartago, animales como
la serpiente bocaracá, y hasta el “pisuicas” (diablo).
Como bien señala Eugenia
Ibarra, Costa Rica tiene un pasado indígena que es desconocido por
la mayoría de sus habitantes. Es sabido que la identidad nacional
del costarricense se formó sobre el mito de una supuesta
“blanquitud” y una descendencia directa de los europeos.
Sin embargo, el legado indígena y, en el corazón de nuestro país,
el legado huetar, sigue vivo en la sangre de los costarricenses, en
los nombres de muchos de sus lugares, en su forma de hablar, y en los
restos arqueológicos que recuerdan el pasado glorioso de un pueblo
que fue diezmado y despojado de su cultura, pero que clama a ser
revivido por la memoria de sus descendientes.
Organización política
huetar
En el Valle Central, donde habitaron
los huetares, las unidades sociopolíticas conocidas como cacicazgos,
se integraban en administraciones aun más grandes y de mayor
cohesión, los señoríos.
Según Eugenia Ibarra, en esta región
se encontraban los cacicazgos de Garabito, Pacaca, Aserrí,
Curridabat y Guarco, y los señoríos de Garabito y Guarco. Estos dos
últimos, nombrados en honor a sus caciques más importantes.
Además, los cargos de poder se
heredaban por la vía materna. Por ejemplo, el hijo de la hermana del
cacique, sería quien heredaría el poder, puesto que el derecho de
gobernar se traspasaba a través de la mujer.
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